Era disparatado suponer que Natalio supiera reivindicar cualquier parodia adversa a su naturaleza. Como si mantuviera un discreto discurso con él mismo se presentó con una puntualidad marciana ante su amada, una mujer de pretenciosa altivez pero de escasa noción coloquial.
Como si pudiera leerle los párpados, Natalio le ofreció gran parte de una aparente codicia, pasajera, liviana y apta para cualquier empleado bancario, por la cual su amada no vaciló en interrumpir por unos días cualquier intento de seguir pagando las abultadas cuotas de su perdurar....
Dedalus.
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